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viernes, 21 de octubre de 2011

EL VIEJO OLMO

                        
                                                         LA HISTORIA DEL OLMO




El viejo olmo
Fransabas




      Hace unos meses dije aquí que relataría la historia que un viejo olmo me contó un dia mientras le pintaba con mis pasteles. He aquí esa historia:



     "He visto muchas cosas a mi alrededor. He vivido muchos veranos y muchos inviernos. Muchas primaveras han reverdecido mis ramas y muchos otoños las pintaron de ocres , rojos y sienas. Muchas veces  mi corteza fue marcada y mis ramas cortadas o rotas; pero si hay unas marcas que recuerdo estas son las quedaron en mi madera un día de hace mas de setenta años. Parte de lo que te relataré lo oí contar a los viejos del pueblo sentados a mi sombra, el resto lo viví de cerca, muy de cerca.

     Esta historia comenzó  un día de verano.

     El teniente Alcázar, junto a la ventana soleada del cuartito de baño, acababa de afeitarse y retocar con mucho esmero su perfecto bigotillo. Se peinó el pelo negro con una impecable raya y echó hacia atrás el flequillo en el clásico peinado de  la gente de bien.        Satisfecho con su aspecto se miró durante unos minutos al espejo. Era la perfecta imagen del puro patriota que hoy saldría a continuar con la salvación de su "patria". Se sintió orgulloso de si mismo y de su sagrada misión. Y para ayudarle a llevarla a cabo contaba con su fiel amiga: una magnifica Luger alemana obsequio de su amigo Hans, miembro de las SS y que había conocido cuando este, piloto de la Legion Condor de la Luftwaffe, había recalado en el aeródromo de entrenamiento cercano al pueblo que los alemanes habían instalado al inicio de la guerra.
     Cuando comenzaba a ponerse su impecablemente planchada camisa azul, su mujer entró en el pequeño baño.

     -Luis, ¿te vas?
     -Si,Virtudes, me llama el deber -contestó sin apartar la mirada de su imagen reflejada en el espejo-; hemos de continuar limpiando, de enemigos de la patria, el pueblo.
     -Luis, no salgas hoy, por favor -dijo su mujer con una mirada de respeto , suplica y temor mezclados-, hoy tu hija Elvira me ha dicho que quería hablar con nosotros.
     -¿De qué? -respondió secamente pero con interés el teniente.
     - Creo que quiere decirnos que se ha echado novio-,respondió la mujer aun nerviosa.
     -¿Novio? ¿Quien es? ¿Como se llama?
    -No lo sé, no quiso decírmelo a mi antes que a ti; quería decírnoslo a los dos al mismo tiempo. Ya sabes como nos quiere y nos respeta. Parecía muy ilusionada.

     El teniente esbozó una mueca que quería parecerse a una sonrisa. Adoraba a su hija y deseaba que fuese feliz ante todo. La idea de verla de nuevo ilusionada, después de la larga enfermedad que había sufrido la joven, le reconfortaba. La muchacha había estado muy enferma y débil, tanto que, el medico del pueblo había llegado a temer por su vida.
     -Cuando regrese hablaremos con ella y averiguaremos quien es el hombre que la ha hecho enamorarse y que le ha devuelto la ilusión por vivir-, dijo poniéndose la gorra y abriendo la puerta de la calle. Fuera le esperaban ya su coche y el pequeño camión. Los seis voluntarios se pusieron firmes y presentaron armas.
     Los fusiles brillaban bajo la luz del sol.

     Los vehículos emprendieron la marcha hacia el pueblo dejando tras de si una estela de polvo que hizo toser a la señora Virtudes.

     Traqueteando llegaron a la plaza del pueblo y los siete hombres se apearon. Alcázar se detuvo un momento y mirando hacia el sol con ojos entornados, se secó el sudor y seguido de los suyos entró en la taberna. El lugar estaba poco concurrido, solo el tabernero, apoyado cansinamente sobre la barra y un pequeño grupo de cuatro hombres en una mesa del rincón que desayunaban antes de salir hacia sus trabajos.. Rápidamente y sin ningún tipo de aviso, el teniente saco su pistola y la disparo contra el techo.

     -¡En pie! -Gritó con la cara y el cuello enrojecidos por el esfuerzo. -¡Hacia la puerta!
     Los cuatro hombres, muy jóvenes se levantaron con los brazos en alto. El miedo se reflejaba en sus caras. A empujones y culatazos, los hombres del teniente los llevaron hacia la puerta.


     Uno de los jóvenes, el mas alto y el que parecía mas valiente ante la situación, se giró hacia el teniente.
     -¿Por qué nos detienen? No hemos hecho nada malo. Nos íbamos al trabajo.
     -¡Callate rojo! -gritó Alcázar con el rostro congestionado por la ira- Sabemos que tu hermano se ha marchado hacia la costa, a unirse a los republicanos con los que ya está tu padre. Toda tu familia sois una pandilla de rojos indeseables y enemigos del orden y de España pero tu no te iras, lo juro por Dios.

     -Pero teniente, siempre hemos sido gente de bien, honesta y fieles al gobierno que votó el pueblo... - el muchacho no pudo seguir hablando pues un golpe de culata le golpeo en la boca. Un hilo de sangre manchó su camisa blanca.

     Los cuatro jóvenes fuero maniatados y subidos al camión.
Durante el corto recorrido nadie hablo; uno de los chicos lloraba cabizbajo mientras los demás le daban unos ánimos que no tenían. Al llegar aquí, junto a ese pairón que ves ahí, a diez metros de mi, el teniente mandó parar el vehículo y bajar a los jóvenes. Los empujaron hacia acá y los apoyaron contra mi corteza. El teniente sacó un papel del bolsillo de su camisa y lo leyó en voz alta:

     -¡Antonio Hernandez, Miguel Otero, Federico Machado y tu Blas Garcia...! Dijo clavando sus duros ojos en los del muchacho que antes le había hablado- y tu, Blas García, rezad si sabéis y pedid perdón a Dios por vuestros pecados.
     Dos de los muchachos comenzaron a rezar con un susurro mezclado de llanto, otro lloró abiertamente y Blas guardó silencio, sin apartar los ojos de los del teniente. Este se volvió hacia sus hombres y dio la orden.

     -¡Apuntad!

     Durante un instante pareció que todo se quedaba en absoluto silencio. El viento mismo se detuvo y mis hojas quedaron inmóviles. Se apagaron los cantos de los grillos y una nube tapó el sol.
     Los hombres de Alcázar levantaron sus fusiles y los apuntaron hacia los indefensos jóvenes.

     -¡Fuego!

     Tres de los muchachos cayeron fulminados. Blas permaneció de pie, apoyado contra mi tronco. Con esfuerzo se tocó el pecho ensangrentado y girándose sobre si mismo, llevó su mano empapada hacia mi corteza y la acarició. Enfurecido, el teniente se acercó con dos zancadas hacia el chico y apoyó el cañón de la Luger contra su cabeza.    Apretó al mismo tiempo los dientes y el gatillo. Ahora el chico si se derrumbó y al caer dejó al descubierto la parte de mi tronco que había acariciadodo; allí, junto a las marcas de las balas, el teniente Alcazar vió grabado algo que le hizo palidecer: un corazón con una flecha y dos nombres:

     Blas y Elvira."


     Aquí el olmo se quedo en silencio y yo, impaciente le pregunté qué había pasado después.

     " Elvirita se apagó y murió dos semanas mas tarde. Y ¿ves que aquí antes hubo una rama que alguien cortó? Era la rama de la que se colgó el teniente Alcazar"






                                                                                          Fransabas
                                                                                      Octubre 2011
















                                          El olmo, acuarela y dibujo a lapiz. Fransabas                    













jueves, 6 de octubre de 2011

EL PINTOR DE ALMAS 3

 













          En los círculos burgueses de la pequeña población había un cierto   revuelo.
          Un pintor, famoso por sus retratos, había llegado a la ciudad. Decían  de el que era capaz de reflejar en sus retratos la personalidad del retratado, sus virtudes y sus vicios, sus miedos y sus esperanzas. Decían que no eran rostros sino almas lo que pintaba al fin.  Los mas eminentes prohombres pugnaban por ser retratados por el. Todos querían colgar de sus salones sus retratos y los de sus seres queridos y no escatimaban dineros ni obsequios para que el pintor los inmortalizase.

       Mateo de Lezna era uno de ellos. Desde que su hermano mayor había desaparecido misteriosamente hacia unos diez años, partiendo se decía tal vez rumbo a las Américas, dejando a su único hijo a su cargo, se había hecho con la fortuna de la familia la cual no había dejado de crecer. La vieja mansión familiar, antes una gran casona junto al bosque, era ahora un palacete rodeado de cuidados jardines de refinados parterres y caballerizas donde, hermosos ejemplares de caballos árabes, eran tratados mejor que los criados de la casa e incluso que el el propio sobrino del señor, el cual había de llevar una vida de humillaciones constantes por parte de su tío. Este le trataba casi como un criado mas, había de trabajar en el cuidado de la mansión que por derecho debía de haber sido suya a la muerte de su padre.

     El afán de destacar por encima de sus paisanos y el carácter narcisista
del señor de la casa era bien conocido de todos. Mateo era un hombre orgulloso e intransigente que tiranizaba a todos los que le rodeaban. El ser inmortalizado en un cuadro por aquel pintor, pronto se convirtió en un deseo vehemente. Por eso le hizo llamar. Cuando este le respondió que habría de esperar porque ya tenía varios encargos que realizar, el tirano se enfureció. Mandó a su sobrino con una bolsa de oro, de un valor tres veces mayor al del valor convencional de un retrato al oleo, con la exigencia de que el pintor aceptara el encargo si no temía las consecuencias del rechazo.

   Juan, el sobrino, volvió tras varias horas con la promesa por parte del pintor de que aceptaría la invitación. A nadie pasó inadvertido las consecuencias de la entrevista del pintor con el sobrino. Este volvió profundamente impresionado por la personalidad fuerte y misteriosa del artista, pero no habló con nadie de ello, ni aun cuando fue preguntado.

   Tres días despues apareció el pintor y durante un mes pintó. Primero hizo posar al dominante señor de la casa, el cual le trataba como estaba acostumbrado a tratar a todo el mundo. El pintor parecía mantenerse encerrado en si mismo mientras trabajaba. No respondía a los improperios del poderoso sino que cuando este le increpaba por algún motivo se limitaba a mirarlo fijamente en silencio hasta que el señor acababa apartando la vista.

   Cuando tras tres meses acabó con la figura de Tomas de Lezna, el pintor tomo apuntes de los jardines, las caballerizas y los arboles que rodeaban la casa. De forma minuciosa tomo apuntes de los caballos, los perros de caza, las rosaledas y los estanques. Parecía que le interesaba todo lo que rodeaba e importaba al tiránico señor.

   Al fin, un día recogió sus bártulos y salio de la casa. Marchó a su estudio y allí estuvo encerrado dos meses mas, despues de los cuales, mando avisar de que ya estaba acabado el cuadro y podía ser recogido.

    Fue al sobrino a quien Mateo encargo recogerlo. Juan, con cuatro criados, fue al taller del pintor. Cuando vio el cuadro se quedó impresionado. Allí, en la tela estaba su tío. Sentado en una silla trono en el centro de su espléndido jardín ante la imponente casa. Vestido con ricos ropajes de exóticas y caras telas era la demostración pura del poder y la riqueza. El parecido era total, daba la impresión de que la figura que devolvía la mirada al espectador estaba viva. Pero el retrato iba mas allá del simple parecido. En el rostro pintado se veía el vicio, la intolerancia y la tiranía. Era la cara de un hombre intransigente incapaz de buenos sentimientos hacia sus congéneres. La ambición había dejado profundas huellas el la frente bajo la cual, una dura mirada reflejaba crueldad sin sombra de humanidad, compasión o solidaridad hacia sus congéneres.

   Juan contempló el cuadro un largo rato. Tras contemplar la impresionante e inquietante figura, su vista recorrió el resto de la tela. Allí estaba, tras el personaje, la gran casona, las cuadras, delante de las cuales los hermosos alazanes parecían piafar a punto de salir galopando del cuadro. Allí estaban los jardines, los parterres, las rosaledas y, al fondo los grandes arboles, alguno de los cuales centenarios. Recorrió con la vista el paisaje, mirando admirado cada detalle hasta que algo le llamó la atención. Delante del viejo roble, en un rincón del jardin, había algo que no recordaba haber visto antes:
un pequeño montículo y, lo mas extraño, una espada, que le resultaba lejanamente familiar, clavada en el.

     Para el día siguiente, Tomas de Lezna había organizado una fiesta en la mansión con motivo de la presentación de su retrato. A ella acudieron otros magnates, que como el, rivalizaban por el poder y el control del comercio local.
   Los ricos señores se exhibían junto con sus mujeres y amantes luciendo las ropas y joyas que denotaban su riqueza y poder. El cuadro fue expuesto en el gran salón donde fue la admiración de todos los asistentes. Juan volvió a contemplar el cuadro y advirtió algo que le llamó la atención: el pequeño montículo bajo el roble había desaparecido bajo unas toscas pinceladas que alguien había añadido torpemente ese mismo día.

   Juan, que ya por norma pasaba desapercibido en la vida cotidiana de la casa, aprovechó el ajetreo de la celebración para salir al jardín y dirigirse al viejo roble. Hacia mucho que no se fijaba en el árbol ni en el zarzal que, muy tupido, crecía a su alrededor. Lo apartó con las manos, no sin llevarse mas de un pinchazo y, si, vio el pequeño montículo que no recordaba que estuviese allí cuando era pequeño y jugaba alrededor del roble. Sorprendido y lleno de curiosidad fue a las cuadras y volvió con una pala. Cavó no sin trabajo pues tenía que apartar las zarzas al mismo tiempo. Cuando empezaba a preguntarse si estaba perdiendo el tiempo, la pala toco algo. Siguió cavando y poco a poco fue quedando al descubierto los restos de un cuerpo humano. Una raída túnica, agujereada por una oxidada espada, envolvía un esqueleto en una de cuyas manos, cuando el chico apartó la tierra, brilló el anillo de Gonzalo de Lezna, su padre.
Aterrado, giró sobre sus talones para salir corriendo en busca del alguacil cuando casi se dio de bruces con la fría sonrisa del enigmático pintor y sintió como aquella mirada tenia una fuerza especial e irresistible, sitió como miraba dentro de su alma. 




                                                                       Fransabas
                                                                     Agosto 2011