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lunes, 17 de enero de 2011

EL JINETE OSCURO







Oscurecía ya en el bosque. De la chimenea de la humilde cabaña de leñadores, se elevaba una cortina de humo. En su interior, una mujer madura se afanaba sobre la olla que colgaba sobre el fuego del hogar, mientras una muchacha, sentada en un rincón, clavaba sus grandes ojos en el bastidor donde bordaba.
El crepitar del fuego dejó de oírse a medida que el sonido de la tormenta se acercaba. Tras un estruendoso y largo trueno, la joven levanto la vista de la costura y los dirigió a su madre.

--Mamá, tengo miedo...

--No seas tonta, hija, no es mas que una tormenta y no la mas fuerte que hemos tenido este otoño.

--No es por eso --respondió la muchacha dejando caer el bastidor sobre su regazo--, es que esta noche he vuelto a soñar con El Jinete Oscuro.

--Hija, ¿no querrás decir ese jinete de leyenda que cada veinte años secuestra y se lleva una chica virgen de la comarca? No es mas que eso, una leyenda--, dijo la madre con una sonrisa.

--Mamá, dicen en el pueblo que no es una leyenda, que es cierto que cada veinte años desaparece una joven. Dicen que la última también fue raptada en una noche de tormenta como la de hoy, y he soñado ya varias noches con ello, con que venía y me arrastraba con él hacia el bosque --dijo la muchacha--.  Mama si me dejaseis tú y padre casarme con Gonzalo...

--¡No hablemos mas de eso! --Replicó la madre alzando la voz con disgusto-, ya sabes que tu padre y yo queremos para ti un marido mas digno que te saque de esta pobreza en la que vivimos y con ese chico, Gonzalo no te espera una vida mejor. De ninguna manera vuelvas a hablarnos de el.

            La muchacha bajo los ojos con tristeza y no replicó. Fuera la tormenta arreciaba y el viento sacudía con fuerza la frágil cabaña. De vez en cuando una ráfaga se filtraba por alguna rendija y hacía vacilar las llamas de los candiles que iluminaban la estancia.

De pronto tres fuertes golpes sonaron sobre la puerta. Madre e hija se miraron aterradas si poder decir una palabra.  Pasaron unos segundos antes de que de nuevo retumbara la frágil puerta de madera sacudida por tres nuevos golpes.

--¿Qui... quien es? --Preguntó la madre apenas con un hilo de voz.

Sólo el sonido del viento y los truenos respondieron a la pregunta de la mujer.
Bruscamente un nuevo golpe abrió la puerta violentamente y recortada contra la cortina de agua iluminada por los rayos, la imponente figura oscura de un enmascarado apareció en el marco de la puerta. Una ráfaga de aire y agua entró en el cuarto apagando las llamas de dos de los tres candiles. En la casi penumbra, la mujer miró aterrorizada como la sombra chorreante caminaba con fuertes y sonoras pisadas hacia su  paralizada hija y con un movimiento brusco, la cogía en brazos. Desesperada, la madre intentó agarrar a su hija pero el encapuchado la embistió  violentamente con el hombro haciéndola caer. Durante un segundo se detuvo para mirarla a través de la fija franja del embozo que le tapaba cara y salió de la cabaña.

El sonido de un fuerte relinchó se levantó sobre el ruido de la tormenta antes de que el retumbar de los cascos se alejase adentrándose en el bosque.


Las oscuras figuras del caballo y sus ocupantes era iluminadas por los relámpagos.
La muchacha, cabalgaba detrás del jinete y abrazada a él.

--¡Gonzalo, mi amor todo ha salido como habíamos planeado,  pero no debías de haber sido tan violento con mi madre, la has lastimado con ese empujón... !--Gritó la muchacha intentando elevar su voz sobre el fragor de la tormenta--. Pero aquí estamos y ahora podremos realizar lo que tanto deseamos; al fin seremos libres para estar juntos sin que nadie pueda separarnos.

El jinete no respondió y espoleó el caballo.  La muchacha apoyó su cara en la espalda de su amado y estrechó aun mas su abrazo. El camino cada vez se fue haciendo mas oscuro, pero durante un segundo, la duración de un relámpago, la muchacha pudo ver,  amarrado a un gran roble en un recodo del camino, a Gonzalo, su amado que la miraba con ojos aterrorizados. El trueno siguiente ahogó el grito de terror de la chica.

El Jinete espoleó al caballo y este, relinchando, se perdió en la oscuridad del bosque.
           



                                      Fransabas
                                    Enero del 2011




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